Agra es conocido por una y solo una cosa, el Taj Mahal. Cada viajero que me he topado me platica lo mismo sobre Agra: es el peor lugar de India y debería de pasar la menor cantidad de tiempo posible ahí. Es decir, ver el Taj Mahal y salir corriendo.
Bajo esa lógica compré un tren de 14 horas de Varanasi a Agra con la intención de llegar a las 5:00AM, llegar directo a ver el monumento con el amanecer, e irme unas horas después a mi siguiente destino. Poco sabía que agendé mi transcurso el viernes. Los viernes el Taj Mahal cierra. ¡Qué bueno que me equivoqué!
Debido a mi error llegué emocionado para ver el Taj solo para decepcionarme y tener que reservar un hostal. Estaba cansadísimo tras un viaje nocturno que recorrió un pedazo importante de india y me permitió poco descanso. En el hostal me dieron la oportunidad de dormir en el lobby y qué bueno porque estaba agotado. A las 8:00AM subí al café del hostal con vista directa al Taj Mahal. En ese momento entendí el fanatismo detrás de esta blanca edificación. Siempre me ha parecido imperfecta la forma en la cual los humanos artificialmente recreamos conceptos de la naturaleza para emular su belleza, en este caso creo que fuimos exitosos.
Desayuné con vista al Taj Mahal y tuve la oportunidad de conocer un Algeriano que me abrió las puertas a conocer dos primas españolas. Poco sabía pero me abrió las puertas a una divertida experiencia durante los siguientes dos días. Instantáneamente nos volvimos amigos y salimos a pasear por Agra. Resulta que Agra tiene bastante más que ofrecer que solo el Taj Mahal. Además del Taj Mahal, en Agra se pueden encontrar otros lugares de interés histórico y cultural como el Itimad-ud-Daulah y Fuerte de Agra.
Comenzamos conociendo el pequeño Taj o Itimad-ud-Daulah. Es un mausoleo mogol que se cree se usó como bosquejo para los planos del Taj Mahal. Ahí nos reímos tomando fotos irreverentes y platicando con locales. Rápidamente nos movimos al Fuerte Rojo, una estructura masiva en la cual la familia real vivía. Para llegar pedimos un TukTuk y costaba $2 dólares, es decir $50 centavos por persona. El Algeriano estaba negado a pagarlo. Le dije no te apures, yo lo pago si quieres, valoro más el tiempo que estamos perdiendo que ese dinero. Me volteó a ver con una cara de seriedad y me comentó “se te nota que nunca en la vida te ha faltado algo, no es el dinero, es el concepto”. Como me pegó en el ego este comentario, creo que hasta cierto sentido dolió, pues el real. A través de la vida he tenido tal grado de privilegio que quizá no llegaba a entender su punto de vista. Finalmente cedió, pagué y nos fuimos.
Llegamos y resulta que el Algeriano ya la había visto y nos esperaría afuera mientras paseamos. Me fui con las españolas que como no logramos hacer click. Se sentía algo de tensión social. Solo hasta que comenzamos a hablar de relaciones, familia y otros temas de profundidad logramos algo de amistad. Cada quien tenía una historia de despecho que contar y claro, yo conté la reciente mía. De ahí en adelante paseamos por el resto del fuerte entre risas y profundas conversaciones. El fuerte me dejó impactado con su tamaño, vista al Taj y detalle grabado sobre el mármol. Tras recorrer el enorme fuerte salimos para reunirnos con el Algeriano e ir a cenar.
Cenamos rápidamente para apreciar el atardecer acariciando al Taj Mahal en un mirador. Subimos sobre una estructura arqueológica en el poblado de Agra y en ella experimenté una de las vistas que sé se quedará conmigo hasta la muerte - un momento de asombro total. Tal grado de belleza que sé que será de esos momentos de corte final durante esos segundos previo a morir en los cuales vuelves uno a experimentar lo momentos más emotivos de la vida.
Regresamos al hotel para platicar un poco en la terraza e irnos a dormir. Ahí entable unas muy buenas conversaciones con una de las españolas sobre temas que jamás pensé fueran de interés para ella: desarrollo social y macroeconomía. Esta experiencia me recuerda a no juzgar a la gente por lo poco que sabemos de ellos. Otro tema que me marcó fue platicar sobre lo que cada quien se había arrepentido en su vida. Entre conversaciones emotivas creo que el patrón común era hacer cosas por otros y no por tí mismo. Decidimos ir a dormir temprano, el Taj Mahal nos esperaba a primera luz.
Esa noche por alguna razón simplemente no pude dormir. No sé si era la emoción o las cantidades industriales de cafeína que tomé para aguantar el día previo. Con solo 3 horas de sueño me levanté como niño en navidad. A las 6 de la mañana ya estábamos en la entrada para admirar uno de los lugares más visitados sobre este planeta. Pensamos que habíamos llegado temprano, madre mía cómo fuimos optimistas. Habría ya unas 1,000 personas en la fila antes de nosotros.
Finalmente entramos y por alguna razón no fue la experiencia que yo había querido. Entre el tumulto de gente y cantidad de fotos que se estaban tomando, lo sentí bastante turístico y no logré tener el sentimiento que buscaba. Creo que fue más valioso para mí ver el Taj en el atardecer del día anterior. No puedo minimizar la belleza de ver el Taj Mahal con cercanía, pero ese sentido de misticismo se perdió totalmente. El Taj Mahal es un mausoleo construido en mármol blanco entre 1631 y 1648 por el emperador mogol Shah Jahan en memoria de su esposa favorita, Mumtaz Mahal.
Lo más valioso de ir al Taj fue toparme con el alemán chavoruco de Varanasi y hacer el tour juntos. Siempre es algo bello volverte a topar a gente con la cual generaste buenas memorias. Salimos a desayunar al hotel y él nos acompañó.
El resto del día dormí en el lobby hasta que mi tren estaba listo para irme. Quedé con las españolas en vernos en Jaipur, espero que volvamos a coincidir. Me divertí y me reí con ellas.